123 Main Street, New York, NY 10001

Con Trump en la Casa Blanca, la influencia de EE. UU. en América Latina está en declive

Con Trump en la Casa Blanca, la influencia de EE. UU. en América Latina está en declive
Con Trump en la Casa Blanca, la influencia de EE. UU. en América Latina está en declive

Trump – quien más ha abrazado
la noción de que América Latina es “nuestro patio trasero” – es quien más está
alejando a los latinoamericanos


La indignación y la resistencia ante las
políticas de intimidación de Trump, las deportaciones masivas y las represalias
económicas se extienden por América Latina, aunque los grandes medios de
comunicación apenas les presten atención. En contraste, es bien conocido la
resistencia proveniente de Canadá y Europa Occidental, así como las protestas
en las calles y las asambleas de ciudadanos en Estados Unidos, además de la
gira “Luchando contra la Oligarquía” protagonizada por Alexandria Ocasio-Cortez
y Bernie Sanders.

La oposición a las
políticas de Trump en América Latina adopta múltiples formas. En países como
México, los presidentes han forjado un frente común en torno al tema de los
aranceles, que incluye a empresarios destacados y a algunos líderes de la
oposición. Por su parte, mandatarios como Lula en Brasil impulsan iniciativas
diplomáticas con el objetivo de consolidar una postura latinoamericana
unificada frente a las medidas de Trump, fortaleciendo organismos regionales
como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

El repertorio de
resistencia también incluye movilizaciones callejeras. La más reciente se llevó
a cabo el 12 de abril, cuando panameños salieron a las calles en rechazo a la
visita del secretario de defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth. El Frente
Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales (Frenadeso), uno
de los principales convocantes, denunció los planes encubiertos de Washington
para establecer cuatro bases militares en el país. Las manifestaciones intimidaron
al presidente derechista José Raúl Mulino. Aunque Frenadeso lo tildó de “traidor”,
Mulino advirtió a Hegseth sobre los riesgos de llevar adelante la iniciativa.
“¿Quieren
armar un lío?”, le dijo, y agregó: “Lo que se ha montado aquí podría prender
fuego al país”.

Frenadeso también
denunció la capitulación de Mulino ante las presiones de Washington, que condujo
a la salida de Panamá de la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por
China.

Tres temas
alimentan la resistencia contra Trump en América Latina: los aranceles, las
deportaciones y la política de exclusión promovida por Washington. Esta última
abarca tanto el aislamiento de Cuba y Venezuela del concierto de naciones
latinoamericanas como la retórica y las acciones destinadas a expulsar a China
del continente.

Las políticas de
Trump también han intensificado la polarización que enfrenta a los gobiernos de
izquierda y centroizquierda con una ultraderecha estrechamente alineada con
Washington y, en particular, con el propio Trump. La indignación provocada por
sus declaraciones incendiarias sobre el Canal de Panamá y el Golfo de México,
así como su política de deportaciones masivas y aranceles, no hace sino
fortalecer a las fuerzas progresistas latinoamericanas en detrimento de la
derecha.

También estimulan
el sentimiento antiestadounidense, que, según el columnista de Bloomberg Juan
Pablo Spinetto, “está
cobrando
nueva vida en América Latina”. Spinetto señala que “la dureza de
su política de ‘lo tomas o lo dejas’… dará un nuevo impulso al
antiamericanismo…, debilitando el interés en cooperar y establecer objetivos
comunes”.

En una muestra
contundente de repudio a una de las muchas medidas infames adoptadas por la
administración Trump, la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, agradeció
la labor del personal médico internacional cubano por su asistencia durante la
pandemia de COVID-19. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio,
anunció sanciones contra funcionarios del gobierno y sus familiares por su
presunta “complicidad
en la promoción de las misiones médicas cubanas. La medida también amenaza
con imponer restricciones comerciales a los países que colaboren con dichas
misiones. Mottley afirmó que no cederá en su defensa de la cooperación médica
cubana y agregó: “Si
el
costo de ello es perder mi visa para ingresar a Estados Unidos, que así
sea.
Lo que nos importa son los
principios.”

Para colmo de
males para Marco Rubio, durante una sesión conjunta celebrada en Jamaica, justo
después de que el secretario de Estado elogiara las sanciones contra las
misiones médicas cubanas, el primer ministro Andrew Holness lo desestimó, en
efecto, con una declaración contundente. “En
lo
que respecta a los médicos cubanos en Jamaica, seamos claros: los
médicos cubanos han sido increíblemente útiles para nosotros”, afirmó Holness.
Declaraciones similares fueron formuladas por los primeros ministros de Antigua
y Barbuda, San Vicente y las Granadinas, y Trinidad y Tobago.

Derrota en la OEA

El 10 de marzo,
Albert Ramdin, de Surinam, fue elegido secretario general de la Organización de
Estados Americanos (OEA) tras la retirada de su único contendiente, el
canciller paraguayo Rubén Ramírez Lezcano. Los principales medios de
comunicación internacionales en gran medida se guiaron por la afirmación del enviado
de la Casa Blanca para América Latina, Mauricio Claver-Carone, quien aseguró
que “el secretario general de la OEA será un aliado de Estados Unidos”.
Claver-Carone agregó que el gobierno surinamés de Ramdin “va
por
el camino correcto en lo económico… está atrayendo inversiones
extranjeras que no provienen de China”. Nada más alejado de la realidad. Ramdin
se opone a las sanciones impuestas por Washington y defiende el diálogo con el
gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Muy distinto es el caso de su rival
Ramírez, quien había prometido impulsar un “cambio de régimen” en Venezuela,
Cuba y Nicaragua.

Además, China, en
su calidad de país observador ante la OEA, respaldó la candidatura de Ramdin,
mientras que los gobiernos de derecha y pro-Trump de Argentina y El Salvador
apoyaron a Ramírez. Ramdin defiende la política de “una sola China”. Durante
una visita a Pekín en 2006, declaró que su objetivo era “ampliar y profundizar”
la relación entre China y la OEA, una
estrategia
que, evidentemente, sigue apoyando. En contraste, Paraguay es el
único país de América del Sur que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán.

Ramdin debe su
nominación no solo al respaldo unánime de las naciones caribeñas, sino también
al apoyo conjunto de los gobiernos progresistas de Brasil, Colombia, Uruguay,
Bolivia y Chile. Según
se informó, la iniciativa de Lula respondió al viaje de Ramírez a Washington,
donde sostuvo reuniones con asesores de Trump, tras lo cual se trasladó a
Mar-a-Lago. Allí posó para fotografías
con el propio Trump y Elon Musk, imágenes que fueron interpretadas como un
respaldo virtual a su candidatura a la Secretaría General de la OEA.

A pesar de las
felicitaciones de Marco Rubio, el reemplazo del incondicional de Washington,
Luis Almagro, por Albert Ramdin como secretario general de la OEA seguramente
no fue bien recibido por el gobierno de Donald Trump. La prensa de derecha fue
más explícita. El portal argentino Derecha Diario advirtió que Ramdin,
con una “preocupante
trayectoria alineada con el socialismo… representa una amenaza para la
independencia de la OEA y busca favorecer a los regímenes dictatoriales de
izquierda en América Latina”. El artículo también afirmó que Ramdin ha
reconocido que “las misiones diplomáticas de Surinam… trabajan ‘mano a mano’
con las de China”. Esta misma narrativa ha sido impulsada por el congresista
republicano Chris
Smith
, miembro del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de
Representantes y copresidente de la Comisión Ejecutiva del Congreso sobre China
(CECC).

Si el pasado sirve
de guía, no sería sorprendente que la administración Trump intente chantajear a
la Organización de Estados Americanos (OEA) con la amenaza de recortar sus
aportes financieros, que actualmente representan el 60 por ciento del
presupuesto del organismo. De hecho, algunos
asesores del presidente han planteado en privado esa posibilidad. Por cierto, Washington
ya ha congelado sus “contribuciones voluntarias” a la OEA, lo que podría ser el
primer paso en esa dirección. La eventual retirada total de Estados Unidos de
una organización que considera hostil convergería con la visión del
expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien ha abogado por
sustituir a la OEA por una organización latinoamericana inspirada en la Unión
Europea.

Desafiando
al Hegemón

Después de que
Trump anunció un arancel del 25 por ciento a las importaciones mexicanas y
canadienses, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, convocó una
manifestación para el 6 de marzo en la plaza central de Ciudad de México con el
fin de anunciar medidas de represalia. Aunque Trump pospuso la medida,
Sheinbaum decidió llevar a cabo la concentración de todos modos, y la
transformó en un festival para celebrar el repliegue de Washington.

Frente a una
multitud estimada en 350,000 personas —algunas de las cuales portaban pancartas
con lemas como “¡México se respeta!”— la presidenta Claudia Sheinbaum declaró:
No
somos
extremistas, pero tenemos claro que… no podemos ceder nuestra
soberanía nacional… por decisiones de gobiernos extranjeros o potencias
hegemónicas”.

El enfrentamiento
con Trump ha contribuido a forjar un “frente común”, en palabras de Francisco
Cervantes Díaz, presidente del principal organismo empresarial del país, quien
aseguró que al menos 300 empresarios asistirían al mitin del 6 de marzo. También
participaron en la movilización algunos miembros de la oposición mexicana.

Pero los dos
principales partidos tradicionales del país, el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), se negaron a cerrar
filas con la presidenta. Desde un principio, responsabilizaron a la
política
antidrogas del partido gobernante MORENA de haber provocado las
medidas adoptadas por Trump. Posteriormente, la abanderada del PRI-PAN, Xóchitl
Gálvez, calificó de “desacertada
la amenaza de Sheinbaum de imponer aranceles de represalia. El episodio, en el
que un “frente común” en torno a la presidenta se enfrenta a una oposición
endurecida, es una muestra más del alto grado de polarización que atraviesa la
política en toda la región.

La firmeza de
Sheinbaum tuvo un fuerte eco en México, donde su nivel de aprobación alcanzó el
85
por ciento. Su reacción frente a Trump contrastó marcadamente con la actitud
sumisa del primer ministro canadiense Justin Trudeau, quien acudió de inmediato
a Mar-a-Lago tras el anuncio inicial de los aumentos arancelarios por parte de
Washington. También el presidente panameño José Raúl Mulino sucumbió ante la
presión.

La actitud
civilizada de Sheinbaum, reflejada en el lenguaje mesurado que empleó, marcó la
pauta para otros presidentes progresistas de la región. Al referirse a su
estrategia, afirmó que “siempre
es importante mantener la cabeza fría” al tratar con Trump. Su enfoque, basado
en el pragmatismo y la flexibilidad, pero sin renunciar a la dignidad,
contrastó con la reacción del presidente colombiano Gustavo Petro, quien
inicialmente arremetió contra la política de deportaciones de Trump, pero luego
dio marcha atrás.

Inmediatamente
después del anuncio inicial de aranceles por parte de Trump, Lula y Sheinbaum
sostuvieron una conversación telefónica en la que coincidieron en la necesidad
de fortalecer a la CELAC como una alternativa a los vínculos comerciales con
Estados Unidos. Al igual que Sheinbaum, Lula combinó la cautela con la firmeza;
en un momento llegó a calificar a Trump de “bully”.

El activismo
internacional de Lula tiene como objetivo promover una respuesta multilateral
frente a la ofensiva arancelaria de Trump. A fines de marzo, viajó a Japón para
recabar respaldo a un acuerdo aduanero propuesto entre ese país y el bloque del
MERCOSUR, conformado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.

El enfoque
colectivo que proponen los gobiernos progresistas de América Latina frente a
los aranceles excesivos, con Lula a la cabeza, contrasta de forma tajante con
los acuerdos bilaterales impulsados por Estados Unidos en la región desde 2005.
Fue precisamente en ese año cuando los presidentes progresistas
latinoamericanos, liderados por Hugo Chávez, asestaron un golpe letal al
multilateralismo estilo norteamericano en la forma del Área de Libre Comercio
de las Américas (ALCA), para disgusto del entonces presidente George W. Bush.

La polarización
que enfrenta a los gobiernos progresistas, partidarios de la integración latinoamericana,
y a aquellos de derecha, alineados con Washington mediante acuerdos bilaterales
de libre comercio, se hizo plenamente visible en la cumbre de la CELAC
celebrada en Honduras en abril. Los presidentes de derecha de Argentina,
Paraguay, Perú y Ecuador brillaron por su ausencia, mientras que sus homólogos
del espectro progresista —representando a Cuba, Colombia, México, Uruguay,
Honduras y Venezuela— participaron activamente.

Especialmente
significativa fue la insistencia de Lula en que los países de la región se desvinculen
del dólar mediante el comercio en monedas locales. En una clara alusión a
Trump, Lula afirmó: “Cuanto más unidas estén nuestras economías, más protegidos
estaremos frente a acciones unilaterales”. Aún más explícita fue la anfitriona
de la cumbre, Xiomara Castro de Zelaya, quien declaró: “No podemos salir de
esta asamblea histórica… sin debatir el nuevo orden económico que Estados
Unidos nos está imponiendo con aranceles y políticas migratorias”.

Los presidentes de
Argentina y Paraguay, Javier Milei y Santiago Peña, se reunieron por separado
en Asunción para rechazar la postura unificada de la CELAC en materia
arancelaria. Sus respectivos representantes en la cumbre se negaron a firmar el
documento final, denominado “Declaración de Tegucigalpa”, en el que se expresaba
el rechazo a las sanciones internacionales unilaterales y a los aranceles
impuestos por Donald Trump.

Ambas naciones
objetaron el uso del término “consenso suficiente” por parte de Xiomara Castro
para referirse al respaldo obtenido por la Declaración en la cumbre. Alegando
que dicha expresión no existe en el derecho internacional, Paraguay cuestionó
si el documento final pudiera emitirse en nombre de la organización e insistió,
sin éxito, en que se reconociera oficialmente la postura disidente de ambos
países. La cuestión de la idoneidad del término “consenso suficiente” fue
retomada por sectores de derecha en toda la región. Pero el debate trascendió
lo semántico: la intención era claramente desacreditar —cuando no sabotear— los
esfuerzos encaminados a consolidar la unidad latinoamericana.

La
Polarización que Perjudica a la Derecha

Las políticas de
Trump han intensificado la extrema polarización en América Latina, desplazando
a la centro-derecha tradicional y dando paso a una ultraderecha cada vez más
influyente, al mismo tiempo que la izquierda ha ganado terreno en algunos
países. Un caso emblemático es el de Venezuela. La deportación de 238
venezolanos desde Estados Unidos a una cárcel abarrotada en El Salvador, y de
otros a Guantánamo, ha provocado indignación entre los venezolanos.

Algunos han salido
a las calles a protestar, incluidos decenas de familiares que portan fotografías
de las víctimas. Un cartel típico dice: “Jhon William Chacín Gómez – Es
inocente”. La esposa y la hermana de Chacín Gómez declararon a la prensa que su
único “delito” eran sus tatuajes. En una muestra de solidaridad con Venezuela y
en desafío al clima represivo que impera en el país, manifestantes en El
Salvador también exhiben pancartas con imágenes de presos venezolanos. El
presidente Nicolás Maduro hizo un llamado a una “Venezuela
unida para rechazar y protestar en las calles” contra lo que calificó como el
“secuestro” de inmigrantes venezolanos.

El tema ha puesto
en aprietos a la derecha venezolana, encabezada por María Corina Machado. Ella es
plenamente consciente de que incluso la más leve crítica a la política de
deportaciones de Trump podría costarle el respaldo del mandatario. Por tal
motivo, ha expresado un firme respaldo  a
Trump en este asunto. “Respetamos
las medidas tomadas en el marco de la ley por gobiernos democráticos como el de
Estados Unidos… para identificar, detener y sancionar al Tren de Aragua, y
confiamos en el estado de derecho que impera en esas naciones democráticas”,
declaró. Machado califica a la banda del Tren de Aragua como “el brazo ejecutor
del régimen de Maduro”, reforzando así la narrativa de Trump que demoniza a los
inmigrantes venezolanos.

El tema de las
deportaciones ha profundizado aún más las divisiones dentro de la oposición
venezolana. El sector más radical, que respaldó inicialmente la candidatura de
María Corina Machado y luego la de su sustituto Edmundo González, se encuentra
ahora fracturado. En abril, el dos veces candidato presidencial Henrique
Capriles fue expulsado de uno de los principales partidos del país, Primero
Justicia, debido a sus diferencias con Machado. Una de ellas gira en torno a
las deportaciones. En relación con los venezolanos deportados, Capriles se
preguntó: “¿Cuál
es su delito? ¿Cuál es el criterio para probarlo?”. Acto seguido, exigió
“respeto a los derechos humanos” y calificó de “inaceptable” la práctica de estigmatizar
a todos los migrantes venezolanos como delincuentes.

José Guerra, dirigente de la oposición venezolana, me dijo: “No cabe duda
de que el asunto de las deportaciones de los venezolanos está desempeñando un
papel fundamental en la división de la oposición en dos bloques”.

El tema de las deportaciones es un ejemplo más de cómo las políticas de
Trump debilitan – aunque sea de forma involuntaria – a la derecha
latinoamericana y, en consecuencia, terminan favoreciendo a la izquierda.

La ironía de la Doctrina Monroe de Trump

Resulta irónico
que el presidente del siglo 21 que proclama la Doctrina Monroe como piedra
angular de la política de Estados Unidos hacia el sur del continente sea, al
mismo tiempo, quien más ha alejado a América Latina de Washington. Desde la
llegada de Trump a la Casa Blanca, se han sucedido una serie de hechos que
auguran un deterioro aún mayor de las relaciones hemisféricas: la elección de
un secretario general de la OEA que no comparte los objetivos del mandatario
norteamericano, lo que podría desembocar en la retirada de fondos por parte de
Washington o incluso su salida total del organismo; declaraciones de Trump que
revelan una total insensibilidad frente al sentimiento nacionalista que
predomina en la región; la utilización de los aranceles como arma política, con
medidas especialmente duras contra Venezuela y Nicaragua que, a su vez, envían
un mensaje de advertencia a gobiernos progresistas como los de Brasil, Colombia
y Uruguay; la desarticulación de programas de asistencia exterior; y las
deportaciones de inmigrantes a cárceles en países extranjeros. Además, la
encarnizada campaña anti-china, que invoca la Doctrina Monroe, choca con la
realidad de la expansión económica de China en el continente.

Si América Latina
se aleja del campo estadounidense, no puede atribuírsele toda la culpa a Trump.
Su intimidación y actitud matonezca no hacen más que acentuar el
intervencionismo que históricamente ha caracterizado las acciones de Washington
al sur del río Bravo. Los gobiernos progresistas de la región están hoy más
decididos que nunca a ponerle freno.

*                                              *                                    *

Este artículo fue publicado originalmente
en inglés en Jacobin.

Steve Ellner es editor asociado de la
revista Latin American Perspectives y profesor jubilado de la
Universidad de Oriente en Venezuela, país en el que residió durante más de
cuarenta años. Su libro más reciente es Latin American Social Movements and
Progressive Governments: Creative Tensions Between Resistance and Convergence
,
del cual es coeditor.

https://rebelion.org/la-influencia-de-ee-uu-en-america-latina-esta-en-declive/